La producción vinícola de Francia tiene más de 15 siglos de historia. Este es un viaje a través de sus viñedos convencionales, artesanales, orgánicos y biodinámicos. Un viaje de leyenda.
La tradición vinícola de Francia comenzó con los monjes en el medioevo y es uno de los más antiguos patrimonios de los galos y de la humanidad. La elaboración del vino en este país se ha perfeccionado de manera estoica, y aún hoy es respetada como una de las mayores actividades agrícolas, sociales y económicas del mundo.
De acuerdo con la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV por su sigla en inglés), en 2018 fueron sembradas 790 kilohectáreas en todo el territorio francés. Y, en ese mismo periodo, según el Ministerio de Agricultura de Francia, se produjeron cerca de 45.000 millones de hectolitros, por parte de 142.000 vinicultores. Con estas cifras el país se sitúa entre los tres primeros productores de vino en Europa –continente que origina el 70 por ciento de esta bebida en el mundo–, junto con Italia y España. Las regiones que más se dedican a esta labor son: Alsace, Burdeos, Borgoña, Beaujolais, Champagne, Côtes du Rhone, Jura, Languedoc, Valle del Loira, Médoc, Provence y el sureste de la nación.
A los grandes viñedos –muchos situados en los bellísimos châteux– habría que sumar las bodegas familiares, artesanales o boutiques de pequeños productores, generalmente independientes y muchas veces asociados en cooperativas de vinicultores (vigneroles coopérateurs). Estas generan una producción pequeña de vinos de calidades especiales debido a la naturaleza y al origen de la uva, a que el vinicultor está directamente involucrado en los procesos de fabricación y comercialización del vino; y a la cadena de valor que esto genera, incluidos el estilo de vida del productor y su entorno.
El rango de producción de dichas bodegas puede estar entre 10.000 y 50.000 cajas (una caja estándar tiene 12 botellas). En las distintas regiones francesas abundan los viñedos de este tipo e incluso hay una feria con miles de expositores llamada el Salon des Vis des Vignerons indépendants.
Vinos orgánicos y biodinámicos
Hay dos tipos de vinos orgánicos. Los que se producen con uvas que no han tenido contacto con ningún tipo de fertilizante químico, y los que, además de cumplir con ese requisito, no usan sulfitos (sales basadas en azufre) añadidos al momento de la elaboración del vino.
Los biodinámicos siguen parámetros similares. Sin embargo, estos se basan en un principio de sostenibilidad en el que la siembra hace parte de un todo que incluye ciclos lunares, fenómenos astrológicos y los ciclos del ecosistema donde está el viñedo. Estos vinos tampoco tienen levaduras añadidas ni reguladores de acidez.
Las estadísticas de producción agroalimentaria en el mundo demuestran que en los últimos diez años la elaboración de vinos orgánicos y biodinámicos se ha incrementado. Y, en el último lustro, se ha doblado. Francia, de acuerdo con el número de hectáreas sembradas, es el tercer productor de vinos orgánicos después de España e Italia. El 9 por ciento de su producción total pertenece a dicha categoría (con 68.000 hectáreas).