EL VIÑEDO CHILENO

Chile es hoy en día un país que representa mucho los vinos del Nuevo Mundo. Sin embargo, la actividad vinícola en Chile empezó en el siglo XVI con los españoles y se desarrolló poco a poco produciendo vinos solo para el mercado interno. En el siglo XIX, los chilenos importaron cepas de Francia y pudieron gozar de vides sanas que no fueron contaminados por la filoxera. Así, las vides pudieron crecer en sus propias raíces (las vides que sufrieron de la filoxera tuvieron que ser reimplantadas sobre pie americano más resistentes), lo que les otorga más tiempo de vida.

En el siglo XX, los mejores enólogos del mundo empezaron a notar la ubicación geográfica excepcional de Chile, con el océano Pacifico a un lado, y la cordillera de los Andes al otro. Esta ubicación permite a Chile gozar de condiciones ideales para el crecimiento de uvas de calidad. Las uvas aprovechan de una temporada seca con temperaturas cálidas durante el día y muy frescas en la noche gracias a la brisa marina. Las lluvias aparecen solamente durante el invierno y el sol está presente prácticamente todo el año.

Así, a partir de los años 80, los europeos y americanos empezaron a interesarse en este “paraíso para la cultura del vino”. Fue un español (Miguel Torres) el primero en comprar tierras para producir vino. Luego vinieron los franceses (Baron Philippe de Rotschild, Grupo Grand Marnier: Lapostolle, Jacques Lurton, ect.), los americanos y extranjeros de otras partes del mundo.

Los vinos chilenos son muy famosos internacionalmente porque la mayor parte de la producción está dedicado a mercados internacionales. En Costa Rica por ejemplo, el 60% de los vinos importados provienen de Chile.

Chile supo producir vinos accesibles y comprensibles por el consumidor: una cepa, una marca, una etiqueta. Sin embargo, los viticultores dan más y más importancia al terroir y producen más y más vinos de ensamblajes.

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