La Cabernet Franc es una de las uvas tintas más plantadas en el mundo. Se usa, sobre todo, para mezclarse con la Cabernet Sauvignon y la Merlot en el vino de Burdeos, pero también se puede vinificar sola, como en el vino chinon del Loira. Además, se hace como vino de hielo para producir vinos varietales y de mezcla en Estados Unidos y Canadá.
La Cabernet Franc es más ligera que la Cabernet Sauvignon, y produce un luminoso y claro vino tinto que contribuye a la finura y deja un aroma a pimienta al mezclarse con uvas más robustas. Dependiendo de la región en la que crece y del estilo del vino, puede tener aromas adicionales como tabaco, frambuesa, pimiento, grosella negra y violetas.
Los éxitos de la Cabernet Franc en Burdeos se remontan a finales del siglo XVIII, aunque ha sido plantada en el Loira desde mucho antes. Los análisis de ADN indican que la Cabernet Franc es uno de los padres de la Cabernet Sauvignon, la Merlot y la Carménère.
La Cabernet Franc da lugar a vinos más suaves que la Cabernet Sauvignon. Se cultiva para producir vinos tintos o rosados. Los vinos provenientes de la cepa Cabernet Franc son más pobres en taninos que los de Cabernet Sauvignon y por eso suelen ensamblarse para obtener un ensamblaje más sutil y complejo acelerando su crianza y evolución. Levemente floral, con textura suave y acidez que nunca es tan alta, la Cabernet Franc además tiene una fuerte presencia de aromas herbales, lo que es quizás el motivo principal de por qué en Chile y en el mundo no hay muchos cien por cien de la cepa.
Una muestra de esto lo tenemos en nuestra selección del mes, Licanten del Valle de Curicó, Chile