MUERTE A LA COPA FLAUTA

El sector en pie de guerra contra la copa más sobrevalorada.

La decadencia de la copa flauta, tan asociada al consumo de champagne, es ya un hecho entre sumilleres, enófilos y aficionados al vino de todo pelaje. Es momento de hablar claro y explicar los porqués.

Lo diré claro: no soporto la copa flauta. No me gusta su forma, detesto su querencia al postureo y a todo lo que se le ha asociado durante tantos años (que tan poco tiene que ver con la belleza de la viticultura): me refiero el lujo casposo y mal entendido del brilli brilli y el blanco nuclear de las camisas de lino, las terrazas con Budas y flamenquito lounge o tantas y tantas celebraciones de fin de año con cava barato y gambones congelados.
Pero desde los círculos más puristas del mundo del vino (catadores, viticultores y sumilleres) hace ya tiempo que las carencias de esta copa icónica como vía para disfrutar del vino espumoso —es lo primero que necesitamos recordar: un champagne es un vino— ha dejado paso a copas “normales”, es decir: la copa de vino blanco o hasta la borgoñona más amplia para tintos de guarda.

Para explicar los porqués, nada mejor que un puñado de voces autorizadas, auténticos locos del vino. Por ejemplo, Lluís Pablo, alma máter de Gourmet Hunters:
“Nada tengo en contra de la música y menos de un instrumento musical con el que todo buen escolar empiezar a hacer sus pinitos: la flauta… pero conforme uno abandona esa época infantil empieza a descubrir que la música no es sólo un conjunto de tonos, que es hasta placentera, rica en matices y que además en un buen entorno ayuda a descubrir todos los detalles del compositor que la creó.
¿Por qué entonces seguimos utilizando una copa flauta con un diseño y una capacidad de desarrollar tan pocos matices como la flauta de cuando éramos pequeños? Los espumosos no dejan de ser vinos que nos alegran el espíritu entre otras cosas por el carbónico que contienen y que tanto por uno como por otro motivo deben ser disfrutados en una copa con holgura suficiente para poder dejar expresar al genio líquido mágico que contienen.
Toda la capacidad aromática se ve difícilmente reducida si la encorsetamos en un tubo prácticamente cilíndrico y estrecho. Sin embargo, en una copa de vino blanco o tinto, el carbónico se desarrollará mucho mejor porque podrá expandirse y afinarse y el conjunto de aromas se harán más presentes aportando más placer al ejercicio de beber.

Si no bebes con pajita tu vinos preferidos, ¿porqué vas a seguir utilizando una copa flauta para tus espumosos?”
Alto y claro, igual que Jose Antonio Navarrete, somelier de Quique Dacosta, Premio Nacional de Gastronomía y probablemente uno de los ‘camareros del vino’ más respetados en la historia reciente de la gastronomía española:
“Decía Georg Riedel (famoso productor de cristalería Austriaco) que ‘El contenido define la Forma’ a la hora de diseñar sus copas. Yo añadiría que el contenido y el conocimiento definen la geometría, junto a la estética que define la forma.

Ese conocimiento nos da más información sobre geometrías dentro de la estética de una copa: ese conocimiento en un momento hizo desaparecer la primera copa para el servicio de espumosos  (la copa Pompadour) dando paso a la copa de flauta. Esta última tiene los días contados, debido al desarrollo de nuestra sabiduría sobre las cualidades de los espumosos y cómo estos se expresan en nuestro paladar y cómo las copas con sus geometrías nos ayudan a potenciar algunas cualidades y a esconder algunos defectos.

Las copas, en la actualidad, no son elementos aislados en el que se sirve un líquido, es un mecanismo que nos permite ayudar el paso de líquido de una botella a nuestro paladar, nuestra alma y a nuestra memoria. Al igual que existe una revolución en el diseño en cualquier elemento, también desde la sabiduría existe esa revolución en el diseño de copas. Es por ello que la copa de flauta tiene los días contados”.

Hablo también con una voz que plantea dudas. Es Fran Ramírez, de Alabaster, una de mis mesas imprescindibles en Madrid:
“Mi opinión es la de sí, a veces. Con espumosos de menor crianza y complejidad tiene sentido una copa de flauta, sobre todo porque hay clientes que ponderan especialmente lo visual, y la formación y desarrollo de la corona de burbujas se puede apreciar mejor en esta copa. En mi opinión, si ésta termina en forma de esfera que cierra ligeramente y no siendo totalmente recta, prefiero una copa de vino blanco tradicional tipo Riedel o similar; y para espumosos de mayor complejidad, una copa tipo Burdeos, en todos los casos de cristal bien fino y delicado”.

Yo cada vez tengo más claro que esto del vino no va de artíficos, alcurnia ni lugares comunes: en realidad, solo importa el placer. En realidad, solo importa disfrutar cada trago y cada matiz de cada aroma y dejar (de una vez por todas) a un lado el postureo y la tontería. Y la copa flauta de las narices, también.

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